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ASCENSO AL POPOCATÉPETL.

Popocatépetl, como el Cuerno Plateado (Silverhorn) de la Doncella (Jungfrau), en Entrelagos. Las calles son limpias, y las casas casi todas prolijamente encaladas en blanco o en colores. La Plaza del mercado es una escena para una ópera—un arcada larga, llena de figuras brillantes; detrás de esto hay un grupo de iglesias y patios; detrás de estos las enormes montañas de nieve, como en Chalco, pero más cerca. Una pequeña colina a la izquierda, a través de una franja de campos de maíz, se llama Sacro Monte y tiene una capilla sagrada de algún tipo. Subí allí mientras negociaba los caballos y las guías en la primera tediosa etapa y encontré a un pintoresco Cristo en la capilla y una espectacular vista desde su terraza.


II.

Partimos con un capitán o jefe guía, que se llamaba a sí mismo Domingo Tenario y un peón guía, Marcelino Córdoba, quien había trabajado tres años en la extracción de azufre en el volcán, también actuó como mulero. Teníamos cuatro caballos y una mula todo por ocho dólares al día. Domingo Tenario también podría subir la montaña por un dólar más. Nos iríamos por tres días, la mayor parte de las cuales se consume en la expedición.

La primera parte del camino fue ondulando entre colinas suaves, amarillas por la cebada, de los cuales se proyectaba aquí y allá alguna pirámide antigua, también sembrada con cultivo. Por la carretera crecían encantadores cardos blancos, altos lupinos azules y aguileñas. Cruzamos arroyos y barrancas. El aspecto cambió al de un pastizal alpino. Había montones de hierba, musgos tiernos floreciendo y alimento de ganado. Un perro excéntrico, que se había juntado, parecía, a uno de los caballos y tenía la ambición de ascender la montaña también, en lugar de guardar su fuerza para ello, corría arriba y abajo y

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