Los ferrocarriles disminuyen las posibilidades de problemas por primera vez empleo suministrando muchos a los desempleados, que anteriormente se ocupaban en saquear y en para seguir los estandartes de los jefes insurgentes. Serán un potente motor militar para permitir al Gobierno formar fuerzas en los puntos de peligro. El miedo, también puede estar presente de la injerencia de gobiernos extranjeros, en caso que las empresas de sus ciudadanos sean amenazadas con graves daños por nuevas agitaciones.
Aun así, hay grandes abusos administrativos. El servicio civil es notoriamente corrupto. Las oportunidades para opresión mortificante están abiertas a los gobiernos, tanto federales y estatales y, más ominosos de problemas, no es posible la reparación por votación. La anomalía se presenta de una República en la que no hay ningún censo ni registro de votantes, sin escrutinio de las urnas salvo por el partido en el poder. Hay apenas un rayo de interés en la máquina política por el propio pueblo. El número de votos emitidos en las elecciones es lastimosamente pequeño, como hemos visto. No se considera útil votar. Las clases bajas no leen diarios, no tienen ningún orador público. No existe ninguna oposición organizada. La oposición que hay es puramente personal. Todas las elecciones de gobierno son personales y no una cuestión de principios. El Gobierno —del centro que influye en los Estados y estos a su vez las comunidades— sostiene y cuenta en los candidatos que le place. No existen datos para objetar ya nadie sabe el número real de votantes en un lugar determinado, ni sus nombres.
Cuando esto se entiende parece explicar casi todo lo que ha sucedido. Absolutamente no hay remedio para la dominación opresiva sólo la rebelión. Con la mejor disposición, la paciencia más completa, lo que ha sucedido en el pasado puede repetirse.