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ANTIGUO MÉXICO Y SUS PROVINCIAS PERDIDAS.

contra las bandas errantes de revolucionarios favoreciendo a Díaz, se les unió en disgusto y salió con ellos a la capital.

Es bajo tales garantías originales que reposa la autoridad que Porfirio ha dedicado a la extensión de la ley y el orden y los beneficios de la civilización.


V.

El tema de estas observaciones no es una persona ni conversadora ni taciturna. Tiene altura de comando, un cutis de tez morena, mitad india, una figura robusta pero no pesado y de un caminar militar aunque algo indolente, todo lo cual forma parte de su atractivo. Él sabe cómo utilizar las Artes de la paz como de guerra. Tal vez cree un poco en el lema, "Déjenme hacer las canciones de una nación y no me importa quien las hace sus leyes;" para los cantantes de balada en Santa Anita, en el Canal de la Viga, hacia dónde va la población a pulular los domingos para disfrutar en el baile, pulque, tamales, y flores de los jardines flotantes, tienen muchos estribillo para alabar a Don Porfirio Di-i-i-az. Tal vez, es apenas justo, sugerir que estos están subvencionados, ya que pueden tener pura admiración de sus méritos, después de todo.

La ley mexicana prohíbe la relección, salvo después de un intervalo de cuatro años, y Porfirio Díaz fue demasiado ardiente de un periodo para poder traspasar esta prohibición con coherencia. Colocó a su amigo y compañero soldado Gonzales en la Oficina para mantener su lugar (locum tenens). Él la asumirá en la próxima legislatura, desde 1884. Después de eso —se supone que el plan esta arreglado— lo dará al General Treviño, su compañero de armas y fuerte auxiliar en sus pronunciamientos. Treviño se ha casado con la hija de un general estadounidense, Edward Ord,