siderable experiencia en zonas remotas de México estoy satisfecho que, sin importar que precauciones tan prudentes se puedan tomar en casos excepcionales como este, el viajero ordinario tiene poco o más peligro de robo que en casa.
En los lugares de pago nos abrimos paso a través de multitudes de los peones tan espeso que apenas puede evitarse que los caballos los pisen, siempre con sus frentes estrechas, pelos erizados, mirando, ojos salvajes y boca grande, indecisa. Su dinero se les tintinea a través de una ventana de pago en sus gastados sombreros.
Vendedores de mercancías pequeñas y pulque los esperan, y se benefician del nuevo suministro de fondos.
En estos lugares los ingenieros llevan a un tipo de vida en barraca. El interior contiene algunas camas, una mesa de comedor y una caja fuerte; afuera hay un almacén de picos, palas y carretillas. Ya sea aquí, en sus coches de construcción, o tiendas de campaña, extienden al extraño una alegre hospitalidad. Tienen buen corazón, personas robustas —no "están aquí por su salud," como dicen. Muchos de ellos han visto servicio en guerra y en otros climas, y su compañía es divertida e instructiva.
El derecho de vía, que generalmente se da en todas las concesiones es de ciento treinta pies de ancho. Material y suministros para la carretera, y conectados a línea de telégrafo, están exentos de obligación generalmente durante un período de veinte años. Ni la concesión, la propiedad, ni acciones pueden ser entregadas a ningún gobierno extranjero, ni puede un gobierno extranjero puede ser admitido como accionista. El temor de dominación extranjera aflora por doquier en la legislación mexicana; y tal vez la debilidad de la nación y la triste experiencia de su toma por Napoleón con el pretexto de la deuda, son suficiente excusa para tal