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otro cabe él mira, y aun si uno nasce, otro a pared y medio muere. ¡Quédate adiós, mundo!, pues no ay criado en tu palacio que no sea de algún defecto notado; porque si es alto, declina a jiboso; si tiene buen rostro, es en los ojos vizco; si tiene buena frente, es angosto de sienes; si tiene buena boca, fáltanle los dientes; si tiene buenas manos, tiene malos cabellos; si tiene buena voz, habla algo gangoso; si es suelto, es también sordo; si es recio, es algo coxo, y aun si es bermejo, no escapa de malicioso. ¡Quédate adiós, mundo!, pues en tu palacio ninguno bive de lo que otro; porque unos siguen la corte, otros navegan la mar, otros andan en ferias, otros aran los campos, otros pescan los ríos, otros sirven señores, otros andan caminos, otros aprenden officios, otros goviernan reynos y aun otros roban los pueblos. ¡Quédate adiós, mundo!, pues en tu casa ni son conformes en el bivir ni tampoco en el morir; porque unos mueren niños, otros moços, otros viejos, otros ahorcados, otros ahogados, otros quarteados, otros despeñados, otros hambrientos, otros a hitos, otros hablando, otros durmiendo, otros apercebidos, otros descuydadós, otros alançeados y aun otros entosicados. ¡Quédate adiós, mundo!, pues en tu palacio ni se paresoen en la condición ni menos en la conversación; porque si uno es sabio, otro es nescio; si uno agudo, otro es torpe; si uno hábil, otro es rudo; si uno animoso, otro covarde; si uno callado, otro boquirroto; si uno suffrido, otro bullicioso, y aun si uno es cuerdo, otro es loco. ¡Quédate adiós, mun-