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gos, tesoros; a los voraces, regalos; a los carnales, dele ytes; a los enemigos, venganças; a los ladrones, secreto; a los viejos, reposo; a los mancebos, tiempo, y aun a los privados, seguro. ¡Quédate adiós, mundo!, pues en tu palacio ni saben guardar verdad ni mantener fidelidad; porque a unos traes desvelados, a otros amodorridos, a otros atónitos, a otros embobescidos, a otros desatinados, a otros descaminados, a otros desesperados, a otros pensativos, a otros alterados, a otros abobados, a otros affrentados, y a todos juntos assombrados.

¡Quédate adiós, mundo!, pues en tu compañía el que acierta va más perdido, el que te halla es peor librado, el que te habla es más affrentado, el que te sigue va más descaminado, el que te sirve es peor pagado, el que te ama es peor tratado, el que te contenta va más descontento, el que te halaga es más lastimado, el que más priva es más desprivado y el que en ti fía es más engañado. ¡Quédate adiós, mundo!, pues para contigo ni aprovechan dones que te den, servicios que te hagan, lisonjas que te digan, regalos que te prometan, caminos que te sigan, fidelidad que te guarden ni aun amistad que te tengan. ¡Quédate adiós, mundo!, pues en tu palacio a todos engañas, a todos derruecas, a todos infamas, a todos acozeas, a todos castigas, a todos lastimas, a todos tropellas, a todos amenszas, a todos enriscas, a todos despeñas, a todos enlodas, a todos acabas y aun a todos olvidas.

¡Quédate adiós, mundo!, pues en tu compañía todos lamentan, todos sospiran, todos sollozcan, todos