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do, tanto le tienen por mayor enemigo. Son los trabajos de las cortes tantos, que es de maravillar, y aun de espantar, cómo tienen fuerças para soportarlos y coraçón para dissimularlos. ¡O si viéssemos el coraçón de un cortesano, cómo veríamos en él quán vario es en lo que piensa, quán vano en lo que espera, quán injusto por lo que pena, quán impaciente en lo que procura, quán indeterminado en lo que desea, y aun quán poco en lo que negocia! Si los pensamientos que el cortesano tiene fuessen vientos y sus desseos fuessen aguas, mayor peligro sería navegar por su coraçón que por el golfo de León. Todo esto no obstante, no vemos cada día otra cosa sino que con la vida de la corte todos dizen que están hartos, mas al fin a ningunos vemos ahitos; porque, no contentos de roer hasta los huessos, se relamen aún los dedos.

Tiene la corte un no sé qué, un no sé dónde, un no sé cómo y un no te entiendo, que cada día haze que nos quexemos, que nos alteremos, que nos des pidamos, y por otra parte, no nos da licencia para irnos. El yugo de la corte es muy duro, las coyundas con que se unze son muy recias y la melena que se cubre es muy pesada: por manera que muchos de los que piensan en la corte triunfar parap después en arar y cavar. No por más suffren los cortesanos tantos trabajos, sino por no estar en sus tierras sujetos a otros y por estar más libertados para los vicios. 10 quánto de su hazienda y aun quánto de su honra le cuesta a un cortesano aquella infelice libertadi; porque muy mayor es la