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na buena fortuna que querrían más darse el pésame de alguna gran desgracia. No lo affirmo, mas sospécholo, que en las portes de los príncipes son pocos y muy pocos, y aun muy poquitos y muy repoquitos, los que se tienen entera amistad y se guardan fidelidad; porque allí, con tal que el cortesano haga su facto (1), poco se le da perder o ganar al amigo. Bien confiesso yo que en la corte andan muchos hombres, los quales comen juntos, duermen juntos, tratan juntos y aun se llaman hermanos, cuya amistad no sirve de más de para ser enemigos de otros y cometer los vicios juntos.

¿Qué vida, qué fortuna, qué gusto ni qué descenso puede tener uno en palacio viéndose allí entre tantos vendido?

Una de las grandes felicidades desta vida es tener amigos con quien nos recrear y carescer de enemigos de que nos guardar. No dexaremos de dezir que hay algunos cortesanos tan obstinados en las competencias que toman y tan encarnizados en las enemistades que tienen, que ni por ruegos que les hazen ni por miedos que les ponen se quieren apartar del mal propósito que tienen, por manera que huelgan de meter en sus casas la guerra por echar de casa de otro la paz. Presupuesto que todo lo que hemos dicho es verdad, como lo es, muy poco ay de los amigos de la corte que esperar y mucho menos que confiar; porque allí, como todos se dan al valer y al tener, quanto más uno es priva.

(1) Facto: hecho.