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rencillas de huéspedes, lodos de las plazas, codazos de las gentes, importunidades de parientes y aun nescedades de amigos. Prometen de acompa.

ñar al presidente, visitar al privado, halagar al portero, servir al contador, dar algo al pagador, hablar al alcalde, entretener al alguazil, sobornar al secretario y aun untar las manos al que aposenta.

Ésta es, pues, la professión que los cortesanos hazen; ésta es la regla que en su religión tienen, a la qual no llamaré yo religión, sino confusión; no orden, sino desorden; no monesterio, sino infierno; no frailes, sino orates (1); no regulares, sino irregulares; no rezadores, sino murmuradores; no.monjes del yermo, sino hombres del mundo. El que en tal monesterio como éste quisiere tomar el hábito, hágale por cierto muy buen provecho; mas hágole saber que fuí en él muchos y muchos años fraile y nunca me faltó en él qué llorar, ni aun de qué me quexar. El oráculo de Apolo dixo a los embaxadores del pueblo romano que si querían que estuviesse el pueblo bien regido que se conosciesse cada uno a sí mismo. Grave por cierto es esta sentencia y muy digna de encomendar a la memoria; porque si. cada uno conosciesse lo que es y para quánto es, reglarían sus desseos y ternian la rienda a los apetitos. En todo su seso piensa un cortesano que si dentro de un año que vino a la corte no tiene honras, favores y officios como los otros ancianos, que no es por inhabilidad de su (1) Orates: locos.