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CÁRCEL DE MUJERES

Pero mi propósito no es justamente, conversar sobre mi. Y, entonces, la pregunta irrumpe:

—“¡Dígame, Su Caridad! ¿Por qué está usted aquí? ¿Qué quiere hacer?”

Ella me mira sorprendida. Sonríe.

—“Se conoce que usted no es cristiana. Si nosotras no estuviéramos aqui, quién daría asistencia espiritual a estas mujeres?”

—““¿ Y cree Su Caridad, que por hacerlas rezar todos los días, contribuyen a redimir estas mujeres?”

—"¡Es la salvación de su alma la que nos interesa!”

Me quedo dura mirándola, ¡La salvación de las almas en medio de ésto!”

—“¿Entonces, Su Caridad, crec que el alma es una cosa distinta de la propia vida de estos seres?”

La monja me mira asombrada. Pero no contesta. Ha inclinado la cabeza.

—-“¿ Y Su Caridad no sufre oyendo y viendo estos despojos?”

Su Caridad aprieta los labios.

—““Se sufre mucho, sobre todo oyéndolas. Pero nues- tra misión es la del Buen Pastor; guiar las ovejas des- carriadas.”

—“¿Y hacia dónde dirige a estas mujeres? ¿Cuál es el camino de salvación que ustedes le tienden?”

—“¡ Hacia Dios y la fé en él!”

—“¡Sí, y mientras tanto siguen prostituyéndose, ro- bando y mendigando! ¿No le parece a Su Caridad que la salvación no debe estar en ir hacia ese Dios, sino en ir hacia la vida más humana? ¿Y no cree Su Caridad,

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