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CÁRCEL DE MUJERES

—“¡No vá a ser la primera vez que me trago toda la cana!”

—-“¡Ché, Olga, pásame el rimel!”

Pasa la cajita con pasta, con aire ausente, a una mu- jer flaca, de piel amarilla y cabello lacio que lleva suelto.

—-“¡ Déjense de pintar, mujeres! ¡ Parecen, payasos !” — grita su caridad.

La mujer se agacha detrás del banco é inicia su arreglo.

—““¿Por qué te pintás la cara?”

—“No me hace falta. Aquí adónde me ven sólo tengo diecinueve años. En la ficha me anoté con veintitrés, pero hace tres años que vine de Corrientes y el mes que viene, cumplo veinte.”

Miro asombrada a la adolescente. Es una mujer en- vejecida, gastada. Ha perdido ya tres dientes. ¿Puede álguien meditar sobre ese destino?

Siento que me tocan el brazo. Es una anciana limos- nera.

—-“¡ Hágame el favor, usted que parece tan buena, escríbame una carta pá m'mijo!”

No ha terminado el pedido y ya llora. Es una mujer mansa, cabellos blancos y actitud humilde.

Accedo. Le doy papel que utilizo para sacar estos apuntes y espero.

—“¡ Querido hijo”. — Descansa y empieza a llorar.

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