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ANGÉLICA MENDOZA

—“El inspector de policía me vió de atrás, s'amoró de mí, y me pasó por menor.”

Pollo debe tener cerca de 50 siglos de miseria asen- tados en sus piernas flacas.

—Cuando salga de aquí, me voy a ir al hospital pa que me pongan dientes de balde. Después me voy a hacer dar “mesajes” en la cara para tenerla redonda.”

Se va oronda mostrando sus axilas sudorosas.

La madre Concepción abre la puertecita que dá al patio, viniendo del claustro, e invita a álguien a pasar.

Desde la ventana de la clase mira la mañana y oigo a Encarnación contar sus sinsabores. Pero me distrae Ja actitud de la monja. Alguien se resiste a pasar.

Una cabeza de mechones claros y lacios se asoma. Luego avanza un cuerpo vestido de rosa y abrigado con una chaqueta de punto. Ahora está parado en medio del patio. Mira hacia nosotros y veo ojos aguachentos y asustados.

—“¡ Ché, una nueva! ¡Y con qué pinta!... ¡Parece boleada !”

Ya no veo la mujer en el patio. Siento el trajín de Juanita, la vieja celadora del dormitorio de abajo, que sin duda provee delantal a la nueva. Hay espectativa en la clase.

Crujen las maderas engrasadas de la escalera y en la puerta aparece la nueva en actitud vacilante y confusa.

Mira, inquiere y comprende que la corriente de rea

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