ANGÉLICA MENDOZA
asentando con fuerza los talones y meneando los brazos a compás.
—“Ché, Isolina: ¿qué sabés de la política ?”
—“El pueblo está con la Alianza. La otra noche salí con unas muchachas socialistas a pegar carteles”.
—“¿Y tu marido sigue encanado?”
-—“Sí. Está en Devoto. ¡Bah! Es chorro, pero tam- bién trabaja. Tiene un camión en Mataderos.”
“ »
Isolina camina de un lado para otro en medio de una sostenida jarana.
Toca nuestra labor y dice:
—“¡Qué lindo bordado!”
—“Esta es la cuarta vez que me traen.”
—“¿Y no le gustaría más vivir en paz?”
—““¡ Y qué se le va a hacer! Vamos a ver si dentro de un año nos arreglamos. Cuando tengamos unos pe- sos nos vamos afuera donde no nos conozcan y la tra- bajaremos de decentes.
“ ”
—“Yo fuí empleada de la Piedad. Me acuerdo que la primer venta que hice, fueron 600 pesos en seda para Blanca Podestá.
—“¿Y cómo pudo cambiar?”
—"Y... lo de siempre. Me metí con un. muchacho de buena familia que tenía plata. Me dió dos hijos y luego se cansó de mí. La nena se llama Beatriz y el pibe como el padre. Son dos pibes muy lindos. Me los
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