CÁRCEL DE MUJERES
Una mujer rompe a llorar. Es María Gauna.
-—“¿Qué te pasa?”
—“Llora, porque encontró un piojo en el sobaco”.
—“¡ Vaya la delicadeza! Todas tenemos piojos y no decimos nada”. o Ñ :
—“Yo tengo piojos hasta en la sombra”.
—“¡ Bueno, si los tenés, callate!”
—“¿Ché; te acordás cuando la Carmen hervía las frazadas y los piojos nadaban?”
—““¿Y, ahora, vos creés que no hay en las camas?”
—“Claro que hay. Pero antes, hace .dos años, vos los pisabas en el suelo”.
En la paz nocturna me evado de esta dolorosa reali- dad. Pero alguien llora cerca de mi cama. Recuerdo que es una mujer alta, bien plantada, que vino esta mañana.
—“¡Qué vergúenza!” — dice en voz baja.
—“¿Vergiúenza de qué?” — pregunto, asombrada.
“¡Yo no soy una atorranta de ésas!” — Llora con hipos. — “Soy bailarina y hasta hace poco estaba em- pleada. En el cabaret encontré un amigo que me dijo que me protegería y me sacó de allí. Luego lo perdí...”
—"4 Y, ahora?”
—“Me largué a la vida, porque tengo un hijo de 11 años en un colegio y no estoy acostumbrada a ningún trabajo. En cuánto hice la primer salida me tomaron presa. ¡Es una vergienza!”...
La mujer prosigue el llanto hasta muy tarde.
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