ANGÉLICA MENDOZA
que le hiciera 'un trabajito. Le pedí 15 pesos. Me dijo que era caro. Yo le quise entonces presentar a la Lina y él me preguntó: “¿Es linda?” — “Si, está allí en la esquina”. Tanto lo escorché al tipo, que al fin se vino.
—“Bueno, pero a ella sólo le voy a dar 10”. Ya vés. A mí me quiere mucho la Lina y lo único que siento es que se encariñe con mi marido. El la quiere; es decir, le tiene lástima.”
El desahogo de la Laura parece terminar. Ahora can- ta.
—“Ché; ¿te sentís cantora de cabaret?”
—“¡Pish! ¡Si quisiera... !”
Más tarde se pinta y queda rea y vistosa.
—“¡Parecés un pierrot!”
—“¡Un loro muerto a escobazos!” —“¡Estás por pescar algún gil con hambre
p
“ »”
Hoy ha venido la representante de la calle Florida. Su parada es la esquina de Cangallo. Alta, delgada, cara afilada, algo donosa, cierto aire de elegancia ciu- dadana mezclado a la sonrisa rea.
—-““Ché, yo empecé a los 17 años. Fijate, me largué un día y la calle y un tipo me llevó. Yo no sabía lo que tenía Cue hacer pero él se arregló solo. Después se fué sin darne un centavo. Ese fué el primero.
—“1)icen que te gustan las mujeres!”
—“Si; ¿y qué hay con éso? A todas ustedes tam-
— 26-—
