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ANGÉLICA MENDOZA

“—¡Con la risa se me quere salir un gargajo!”

—-“¡Ché, soy un perro que entra en el City Bar!”

Se echa para atrás, estira la boca a los costados, co- loca los pulgares en las axilas y camina a zancadas.

La negra Esperanza se mezcla; toca el pito en medio de la jarana de las demás.

Se acerca a una mujer que hace un instante peleara con ella.

—“Pero, miren a la cordobesa, que quería sacarme los chinchulines, llorando como una chica. ¿Qué vulez, madam? No, no, no vulez nada, porque no boleo”.

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Acaba de entrar la religiosa y las mujeres amainan la jarana, Alguien grita a una gallega que se ha sentado en un banco, con las piernas en alto.

—“¡Chancha! Bajate la pollera pa' que la madrecita no mire. ¿Querés que te la baje de un sopapo?”

La gallega mira, se encoge de hombres y baja el vestido.

—““¡Es un pecao portarse así con la madre! ¡Es una virgencita !”

Se inicia el rezo de un rosario.

En voz alta reza el mujerío. Hay silencio. No se pierde ni una sola oración.

María Gauna ora con los ojos entornados. Una mujer

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