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CÁRCEL DE MUJERES

apareció el patrón y me dijo: “Vea, no vamos a necesi- tar sus servicios. Tome estos dos pesos para un café con leche”. Me dió rabia y le dije: “¡Váyase al diablo! ¡Yo no soy limosnera, busco trabajo y nada más!” Y así son las cosas; cuando uno quiere hacer la decente no encuentra nada en ningún lao!”

Las risas de las mujeres rebotan en las paredes y aturden. Risas estridentes, despavoridas, cortantes, ás- peras y ruidosas, pero con una trayectoria mezquina.

Se inician en una vocalización esténtórea y se des- mayan presto; surgen agudas otra vez y luego silencio.

Evoco las risas de mujeres contentas de cualquier parte, menos de este infierno y descubro su íntima di- ferencia.

Aquellas son risas isócronas que comienzan en una vocalización musical para lanzarse en una parábola so- nora. No mueren; flotan, perduran.

Una morena de facciones duras y cabello echado sobre un ojo, se enrula el cabello y luego coloca sobre el ros- tro una capa de vaselina. Encima colorea los carrillos.

Una espléndida melena castaña descubro entre unas mujeres que se despiojan. Pertenece a María Gauna, ruina viviente de la mala vida. 7

Dos muchachas se divierten imitando a policías.

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