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bre de 1810,y lo que la España había trabajado en tres cientos años, para su ilustración. Seguiré la narración que me he propuesto.[1]

Mientras estuve en los trabajos de botes de cuero, tuve noticia de que en Caraguatá había unos europeos construyendo un barco, y que habían salvado el bote, del fuego, con que los paraguayos devoraron cuanto buque pequeño y canoas había por aquella parte de la costa sur del Paraná, con el intento de quitarme todo auxilio.

Con este motivo, me dirigí allí, mandé fuerzas á la Candelaria, y ordené al Mayor General, que viese por sí mismo, el ancho del río en aquella parte, y que diese cuenta, pues no fiaba del plano que llevaba, y veía muchas dificultades en este paso de Caraguatá,por su demasiada anchura.

El que construía el barco, era un gallego de nación, pero de muy buenas luces, adicto á nuestra causa, ó al

  1. Esa queja contra España, que con tanta fuerza expresa el General, es seguramente justa, pero no debe llegar al gobernador Velazco. Por lo que he oido en el Paraguay, fué enteramente inculpable de los bárbaros insultos hechos á Warnes. Ya he referido como fué aherrojado con grillos, la segunda vez, contra las órdenes del Gobernador, y además, parece indudable, que Velazco ejercía poco ascendiente entre las tropas; ascendiente que acabó de perder, cuando sin él, el comandante Cabañas venció segunda vez á las tropas que mandaba el general Belgrano. Sin embargo, todo el Paraguay confiesa, que Velazco era un hombre próbido, bondadoso, humano, y de un excelente carácter; pues bien, este hombre murió años después, en el Paraguay, sin que hubiese precedido ningún suceso que hubiese hecho variar las disposiciones favorables hacia su persona, completamente olvidado, preso y de limosna. No fué, seguramente, amor al realismo, lo que hizo á los paraguayos oponer una resistencia tan unánime, á las tropas de la Independencia, como no fué patriotismo verdadero, el que los condujo á deponer, á los pocos meses al general Velazco, á cuyas órdenes habian vencido, para sustituir un gobierno propio. Eran solo inspirados por sentimientos provinciales, por un instinto ciego de localidad, al que se mezcló algo, muy poco, casi nada, del instinto que agitaba á toda la América. Para que se juzgue las ideas que hasta ahora dominan en personas espectables, referiré lo que me pasó con el joven don Francisco Solano López, hijo del Presidente actual, que vino mandando el ejército paraguayo, cuando la alianza con Corrientes. Siempre me han merecido consideración, los primeros campeones de nuestra revolución, y poseido de este sentimiento, le pregunté un día, cómo lo pasaba el general Machain, ese mismo, que era mayor general del señor Belgrano. Está en la América, me contestó, pero es un traicionero; sí, traicionero, repitió. Creí que hubiese sido implicado en alguna conspiración reciente. Como yo expresase mi sorpresa, me dijo: ¿Pues que ignora usted, que él vino á pelear con sus paisanos, cuando vinieron á atacarnos los porteños, el año 10? ¡¡Qué tal!!