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MEMORIAS

A SU MEMORIA

Era bueno, honrado i leal i, sin embargo, murió!

I murió en la flor de su vejez.

¡Pobre Can-Pino!

Durante su peregrinacion por la vida no tuvo otro momento de felicidad que aquel en que por primera vez estrechara con sus patas delanteras el talle esbelto de la simpática Musidora.

Fué el comienzo de su dicha.

Pero, como en la vida no la hai duradera, Musidora le fué infiel.

Verdad es que Can-Pino tuvo parte de culpa en el desliz de su frájil cara-mitad.

Como sucede casi siempre entre los perros.

I entre los hombres.

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Can-Pino recorrió el sendero escabroso de la existencia, soportando con resignacion cristiana—estudiada i aprendida en conventos i casas católicas—las penalidades inherentes a ella, i murió con la resignacion de los justos...

¡Que su memoria sea bendecida por todos los perros del Universo, i que Cuatro-Remos, desde el empireo donde mora, envie el consuelo suficiente a la joven i hermosa viuda que hoi llora inconsolable la pérdida del esposo querido (a última hora), al tierno huérfano, al simpático Torquemada, i a los amigos que deploramos su sensible fallecimiento.

Cuida a tu amo