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MEMORIAS

—No importa! madre mia! padre mio!

Cuando el director supo que iba yo a sacara Torquemada de las aulas, se exaltó hasta el punto de decirme:

—Es usted un mal padre, pues no quiere que su hijo sea un santo... Aunque es el mismo diablo, el chico tiene vocacion... Yo le he perdonado muchas que me ha hecho a mí i a mi esposa. Ayer, sin ir mas léjos, se tomó un azafate con leche nevada, que mi mujer iba a mandarle de regalo a su confesor; i esta mañana se meó en la bicoca del capellan... Pero, en cambio, qué buenas aptitudes para el robo tiene esta criatura! El otro dia en misa, le sacó del bolsillo a una beata dos panes de la jente i un salchichon..... Si hubiera en Santiago un saqueo, el muchacho: se luciria...

Pero las gracias del chico no lograron torcer mi resolucion de llevármelo conmigo.

El director se quedó hecho un quique, i lo único que lo ablandó fué el saber que a mí se me habia concluido el dinero i que ya no podia seguir pagando la educacion de mi hijo.

Cuando estuvimos en la calle, le dije a mi cara mitad:

—Querida Musidora.

—No me llames así, Can-Pino, pues he cambiado de nombre.

—¡Cómo!

—En la casa que yo estaba, me lo pasaba aullando, pues me acordaba de tí i de mi hijito...

—(¡Hipócrita!)

—I a mis amos se les habia puesto que aquel llanto mio era canto, i me bautizaron con el nombre de la Patti. Pero un dia en que un perro de