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DE UN PERRO

cojera de perro ni en llanto de mujer, tuve por cojera auténtica la de Musidora, que no era otra la que allí llegaba, porque tenia una pata quebrada en el codo.

Nuestro reconocimiento fué conmovedor.

Nos perdonamos mútuamente nuestros pasaos estravíos, i entramos al internado en que se educaba nuestro hijo.

El director nos recibió mui bien e hizo llamar a Torquemada.

El chico se habia hecho hombre... quiero decir, se habia hecho perro; i, cuando nos vió, sin reconocernos, se nos vino a la carga.

El director le gritó:

—¡Torquemada! ¿qué haces?

—¿Que éstos no son liberales, señor? preguntó el rapaz.

—Nó: son tus padres, canalla!

—¿I eso qué me importa? prosiguió el hijo desnaturalizado: ¿no me ha enseñado usted que los hijos deben morder a sus padres, si éstos no son conservadores?

—¿I sabes tú si los que te dieron el sér son buenos cristianos o nó?

—¡Hijo! esclamó llorando Musidora: ¿crees por un momento que yo sea una perra judía o masona?

—Pero... ¿i mi padre?

—Yo tambien, le contesté, soi perro cristiano i buen católico, como que poco me faltó para tomar el hábito en San Francisco...

—Entónces, vengan los dos a abrazar con sus cuatro patas a este nuevo hermano de San José.

—Yo no puedo abrazarte sino con tres, le dijo mi mujer, porque tengo quebrada una pata.