Página:Memorias de un perro escritas por su propia pata.pdf/72

Esta página ha sido corregida
74
MEMORIAS

XVIII

Cuando ya me encontré apto para escribir mis impresiones i mis recuerdos, don Querubin me dijo:

—Querido amigo, escriba usted sus Memorias para que los hombres sepan que los perros piensan i sienten como ellos, i para que puedan alguna vez avergonzarse al saber que los miembros de la raza canina son mas nobles i caballeros que muchos de los que, por andar en dos patas, se creen los reyes de la creacion.

Al oir aquel elojio a quema-ropa, algo como un remordimiento vino a golpear mi conciencia, i como no sé hablar, escribí lo siguiente sobre un papel:

—Antes de escribirlas, señor, necesito recojer a mi esposa i a mi hijo, a quien lo tengo en un internado.

—¿Es usted casado? ¿i por qué no me lo habia dicho?

—Porque mi mujer se enredó con otro perro...

—¿La habria usted abandonado?

—Sí, señor... tenia el ojo mui vivo i...

—Bueno: vaya usted a buscar a su familia.

Yo salí a la calle con la intencion de traerme sólo a Torquemada... nó a Musidora... la grandísima perra me habia sido infiel i, aunque yo tenia la culpa, nunca una perra honrada debe tomar esa clase de represalias...

Pero ¡oh, casualidad! al llegar al colejio del hermano de San José, vi que llegaba allí una perra cojea que cojea...

Aunque el adajio dice que no hai que creer en