Página:Memorias de un perro escritas por su propia pata.pdf/70

Esta página ha sido corregida
72
MEMORIAS

Gasté un dineral en veterinarios; pero éstos hacian perdurable mi enfermedad... ¡Como yo tenia plata!

Así fué que primero se me acabó el dinero que el arestin.

Cuando me vi sin un centavo, enfermo i achacoso, me acordé de Musidora, i me puse con todo empeño a averiguar su paradero.

Pero lo que, al fin de mil trajines, encontré fué su paridero.

Se habia metido con un perro de aguas, i de éste habia tenido numerosa familia.

¿Qué cargos podia yo hacerle por su infidelidad, si cuando estuve rico i en aptitud de hacer de ella una perra honrada i feliz, para maldito la cosa me acordé de ella i me metí perro enamorado i sandunguero?

Ni hablarla quise, i me fuí léjos a llorar mi desgracia i mi abandono.

Tampoco me atrevia a presentarme a los ojos de Torquemada, pues temia que mi cachorro adivinase la causa de mi vergonzosa enfermedad.

Un dia buscaba algunos inmundos huesos que roer en un monton de cieno, cuando se detuvo delante de mí un anciano de aspecto hondadoso i venerable.

¡Pobre animal! esclamó: ya se lo come el arestin. Ya que en esta gran ciudad no hai sociedades protectoras de animales, pues que los hombres son mas animales que los mismos brutos, voi a llevarme a ese pobre perro a mi casa.

Me hizo castañuelas con los dedos, i con los labios, pish! pish! pish! i yo, comprendiendo las sanas intenciones de aquel anciano, lo seguí hasta su casa.