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DE UN PERRO

necesario para subvenir a mis necesidades de perro independiente i regalon.

Así, por la caja del rio, me dirijí hácia el oriente, hasta que llegué frente a los molinos del Cármen.

Allí, cerca de un viejo tajamar de piedra, al pié de un sauce lloron, escarbé en la arena i, despues de sacar dos chirolas, enterré el talego, i me vine al centro.

Estaba amaneciendo.

En el finado Puente de Palo, me topé con un pequenero, que calentaba en una parrilla su mercadería.

Puse las dos patas delanteras sobre el cajon, i dejé caer una peseta.

El pequenero esclamó:

—Ba! esta sí que es! el primer compraor que tengo es un perro! Bueno, pues! háceme buena la venta de hoi, pichicho!

I me pasó un pequen; pero la vuelta de ña peseta, nó.

Entónces, yo le gruñí: i el mercachifle, soltando una ruidosa carcajada, agregó:

—Este perro es el Diablo, i sabe más que un cristiano. Por lo agudo que sos, no ti hago chupe el vuelto.....

I me pasó diecisiete centavos.

Entónces, el cambio estaba a veinticuatro peniques, i los pequenes, a tres centa

Me comí mi pequen, puse entre dos colmillos mi plata, i me fuí en busca de amorosas aventuras.

Primer mal uso que yo pensaba hacer de mi dinero: serle infiel a la perra de mis pensamientos!