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MEMORIAS

del tamaño de un peso fuerte; talvez lo habrian trepanado para sacarle agua del cerebro....

Las primeras semanas las pasé como un príncipe, salvo algunos pleitecillos con el romano, en los cuales intervenia el ama, dándome siempre a mí la razon, i al gato, un plumerazo.

Yo no me esplicaba esta parcialidad de la beata, hasta que una noche me obligó a hacer una porquería que solo pude tolerar gracias a que tengo estómago de perro.

Cada vez que lo recuerdo, me siento avergonzado.

Pero sírvanme de disculpa mi tierna edad i tambien el que el hombre de la basquiña hacía lo mismo que yo hacía.

I me parece que un perro no debe de avergonzarse de hacer lo que hacen los hombres!

Sin embargo, mi dignidad canina se resentia, el gato cacheton me daba unas batidas tremendas i no se ganaba para sustos. Así es que determiné dejar aquella casa i buscar un amo que fuera en lo continente como mi compañero el romano.

II

Un dia vi pasar a un soldado inválido, i me fui detras de él.

Yo me hacía esta refleccion: este pobre inválido, que ha perdido una pierna i un brazo por darle territorios i glorias a su patria, vivirá a racion de hambre, como viven todos los buenos servidores de esta tierra; pero, al ménos, en su tugurio podré roer un hueso con honradez i dignidad.