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DE UN PERRO

Anduvimos como seis cuadras en medio de la mas profunda oscuridad.

Yo noté que de léjos nos seguia una sombra, i creí reconocer en ella al ratero, compadre de mi amo.

Por fin, llegamos a las Higueras de Zapata. El ciego, a tientas, fué reconociendo las higueras, hasta que dió con una que en el tronco tenia tallada una pequeña cruz.

I a dos varas del árbol, se puso con las uñas a escarbar la tierra.

A media vara de profundidad, golpeó con las coyunturas un objeto metálico. Era una olla de fierro, que escondia el tesoro de aquel vicioso pordiosero. Metió en ella el contenido del talego, la tapó de nuevo con tierra i se puso a aplanarla con los piés.

En seguida hizo una dilijencia menor sobre el entierro i conmigo se volvió a su cuchitril. Cuando regresábamos, la sombra de ño Calistro se dirijia al lugar que nosotros dejábamos.

Yo ladré como para advertir a mi amo que su tesoro corria peligro. Pero él me dió un palo i me dijo mal humorado:

—¡Calla, perro bruto!

Yo aguanté con paciencia el garrotazo i refunfuñé en mi idioma:

—Callaré, imbécil, ya que quieres que te roben tu platita!

I esa noche nos acostamos sin otra novedad.

XV

Al dia siguiente, mui de madrugada, vistióse el ciego i salió conmigo a la calle.