Página:Memorias de un perro escritas por su propia pata.pdf/53

Esta página ha sido corregida
55
DE UN PERRO

Torquemada estaba de rajarlo con la uña.

Pero cayó la desgracia de que mi amo se enfermase del hígado.

Los doctores declararon que aquello era una apostema.

Pero mi amo no queria que las manos del cirujano le anduviesen por las entrañas, i se resistia a dejarse operar.

Un dia, ¡día fatal! llegó una beata a tomar chocolate. Dolióse mi patron de su enfermedad, i la beata, que la echaba de médica, le dijo:

—Déjese de doctores, don Cristóbal, i coma cazuela de perro, que con ella, despues de Dios, boté hace cuatro años una apostema tamaña.

—Habia oido decir, señora, que ese remedio era un remedio santo.

—Hágaselo usted, i se acordará de mí. Con tres o cuatro perros que se coma, cria usted nuevos hígados!

—I cabalmente tengo tres que están como unos chanchitos; i, aunque mucho los quiero, primero está mi salud que la vida de ellos... Ahora, en cuanto me desocupe, voi a empezar con la perra....

Musidora, mi hijo i yo oíamos esta conversacion, que tambien era para nosotros una sentencia de muerte.

En el acto proyectamos la evasion.

¿Era justo sacrificar a tres honorables miembros de la raza canina por darle hígados a un hombre?

Cuando nosotros nos enfermamos del hígado, ¿nos receta acaso el veterinario cazuela humana?

Si los hombres no ponen a escote su vida para