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MEMORIAS

—Porque ámbas, como los colocolos, les chupan la sangre a los pobres placinos.

—¿De qué modo?

—Prestándoles dinero a tan subido interes, que dejan chiquitito al mas ávido usurero.

—¿I el señor rejidor permite ese latrocinio?

—El señor rejidor es un honorable sujeto i debe ignorar lo que aquí pasa.

—¿Con quemeo dices que el correjidor es un buen hombre?

—A carta cabal.

—Entónces, por ese lado, los placinos deben estar descansando, porque rejidores han tenido que eran otros tantos colocolos, que, sin gastar medio centavo, hacian la plaza para su familia i para la ajena...

—Así no más era.

XIII

¡Triste condicion de la vida de los perros! ¡Ser modelo de lealtad i siempre víctima de la ingratitud!

Verdad es que poco trabajo teníamos en la chocolatería; pero tambien es cierto que nuestros amos no tenian de nosotros motivos de queja.

Nos levantábamos con noche, nos veníamos al Mercado i allí nosotros tres nos constituíamos en guardianes de la propiedad del patron.

Los perros golosos i los rateros nos temblaban.

Nuestros amos, por su parte, nos trataban a cuerpo de rei. Yo engordé como un provincial, i Musidora echaba guatita, nó por obra mia, sino por obra de la leche vinagre i de los huesitos de gallinas i otras sobras.