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DE UN PERRO

no, no te vendrá mal desayunarte con una leche cortada que guardo por ahí.

I me llevó a un rincon, donde en una olla habia leche vinagre. De tres sorbos me la bebí.

Luego me fijé en la jente que llenaba la chocolatería. Todos eran caballeritos de la aristocracia, i todos iban de corbata blanca i frac.

Aquello me llamó la atencion, i le preguntó a Musidora:

—Hijita, ¿que es costumbre venir a tomar chocolate a la plaza en eso traje?

—Nó, perrito lindo, me contestó: es que esos futrecitos han estado anoche en un baile, i de madrugada se han venido a seguirla al Mercado Central.

En efecto, aquellos aristócratas señores devoraban sendos platos de la rica cazuela de ave que Morales sirve a sus parroquianos, remojándola con buenos vasos de chicha. No escaseaban tampoco los piropos i galanteos dirijidos a las muchachas de la chocolatería.

Yo, entre tanto, me hacía esta filosófica refleccion:

—Los rotos nada tienen que envidiar a los caballeritos, pues éstos, como aquéllos, se emborrachan i les gusta seguirla al dia siguiente; con la diferencia que los caballeros la empiezan con champaña i enamorando a señoritas, i la acaban con chicha i camelando a pobres fregonas.

En esto pasaron por ahí dos señoras, sobre las cuales mi mujer me llamó la atencion.

—Esas señoras son, me dijo, ña Margarita i ña Merceditas, llamadas por mal nombre las Colocolos.

—¿I por qué las llaman así?