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MEMORIAS

Yo no tomaba otro desquite, cuando dormia con alguno de ellos, que mearle la cama; pero, cuando yo no hacía eso, i lo hacía el muchacho, siempre me echaban la culpa a mí, por aquello de que la soga se corta por lo mas delgado.

Un dia, los chiquillos estuvieron de fiesta. Uno de ellos se puso unas enaguas de la mamá atadas al cogote, simuló con una colcha una capa de coro, i se caló un bonete de presbítero de un tio canónigo, ¡i me bautizaron!

Si, señor, soi perro cristiano. Mi nombre de pila es Rompecadenas, hijo lejítimo de Fierabrás i de Filidora, un servidor de ustedes, siempre dispuesto a hacerles la pata.

Una vez me desgracié en la alfombra del salon, i la dueña de me cojió del cogote i me restregó el hocico en aquella inmundicia.

En vano quise protestar con lastimeros aullidos: todo fué inútil, el crimen estaba patente, aquello era canina de perro aquí como en la Meca.

Desde entónces tomé la firme resolucion de evadirme. Era una injusticia la que conmigo se cometia: los chicos hacian en la cama lo que yo habia hecho en la alfombra, i, sin embargo, su mamá no les restregaba la cara en el amarillo del rei.

¿Por qué esa crueldad conmigo?

Cuando solia yo salir a la puerta de calle, siempre se detenia a acariciarme una solterona de manton i alfombrilla, que tenia, al parecer, la intencion de cometer conmigo un rapto o abijeato. Yo le ladraba porque, a esa edad, no me gustaban las beatas.

Pero el dia en que sufrí tan inmundo castigo,