Página:Memorias de un perro escritas por su propia pata.pdf/36

Esta página ha sido corregida
38
MEMORIAS

I, encendiendo una cerilla, se alumbró el rostro.

—¿El padre maestro en mi casa a estas horas? refunfuñó el devoto carnicero. ¿I el perro no lo ha mordido?

—Nó, ese noble animal habrá adivinado que vengo a hacer a usted una. provechosa advertencia.

—¿Otro salteo?

—No, don Martin.

A esto, frai Hilarion i doña Irene habian salido, vela en mano, al corredor.

Aquella escena prometia ser interesante.

IX

Al encontrar el padre maestro a frai Hilarion en casa de doña Irene, i al ver frai Hilarion la cara del padre maestro, ámbos hubieran querido irse a las manos i darso de tarascadas como perros; pero, en respeto a las consideraciones sociales la la carabina de don Martin, se contuvieron, contentándose con gruñirse i mostrarse los dientes.

Cuando los cuatro personajes estuvieron instalados en el dormitorio de don Martin, uno de sus Cirineos, el padre maestro, con tono doctoral dijo así:

—Señor don Martin, estaba yo esta noche en oracion, cuando el Espiritu Santo me reveló que mañana habria densas tinieblas, en medio de las cuales sólo podrian ver claro los que se alumbrasen con velas bendecidas ex-profeso por un sacerdote; i yo, que tengo gran aprecio por usted i su