Página:Memorias de un perro escritas por su propia pata.pdf/27

Esta página ha sido corregida
29
DE UN PERRO

¿Acaso el provincial habia tenido dos mamáes?

¡Qué amor filial tan parejo!

¡E yo no tenía ni un zapatito siquiera de la grandísima perra de mi madre!

Mi amo debió ser cerrajero, porque tarde de la noche se ocupaba a veces en limar una llave maestra, hasta que ésta tuvo la maestría de abrir la puerta de la despensa.

Entónces el padrecito se colaba allí con un cesto en el brazo, luego salia con pertrechos de bucólica, echaba llave a la puerta, i seguido de mí, se iba a la calle a echar una cana al aire.

Una noche, al abrir el postigo de la portería, de entre las sombras salió. el temible provincial, se abalanzó sobre el sonámbulo, i sacando de debajo de su capa una linterna sorda con que le alumbró el rostro a frai Hilarion, le lanzó esta apóstrofe:

—¡Mal sacerdote! ¿a dónde vas?

Cortado de primeras el frailecito, a los pocos instantes se repuso, i le contestó:

—A confesar a un moribundo, padre maestro.

—¿I este cesto que llevas escondido? Ah! un jamon! ¿qué significa este jamon?

—Es un recuerdo de mi mamá!

—¡Mentira! Dime la verdad o te mando desterrado a Magallanes: ¿adónde vas?

El fraile pegó sus labios a una oreja del provincial i le dijo al oido una palabra, que no pude oir:

El provincial cayó de espaldas vociferando:

¡Bárbaro! esa casa es la de mi mama!!!