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MEMORIAS

cando, me encontré, al pié del lecho de mi amo, con un zapatito que no se parecia a una sandalia.

—Aquí que no peco, me dije, i cojí el zapatito, por entre los fierros de la ventana me salí al claustro i me puse a corretear de allá para acá, hasta que me cansé, i dejé el zapatito medio perdido entre las yerbas del jardin.

Poco despues, vi salir de la celda de mi amo un bulto negro, que iba cojeando.

Empezaba a aclarar.

A poco, el campanero, que se habia quedado dormido, atravesaba el claustro poco menos que corriendo, cuando de repente se detuvo. Habia visto el zapatito.

Lo tomó en sus manos, abrió tánta boca i echó a correr.

Luego volvió con el provincial, con quien sostuvo el siguiente misterioso diálogo:

—¿I dónde ha encontrado usted esto, hermano Jeremías?

—Aquí mismo, padre maestro.

—¡Un zapato de mujer en medio de un claustro del convento! qué escándalo! qué sacrilejio! qué profanacion!

—¡Qué contumelia! agregó el lego por decir algo.

—Pero ya descubriré al autor de este crímen! Hermano, suba usted a la torre a cumplir con los altos deberes de su ministerio.

El lego se fué, i el provincial dejó el zapatito donde el lego lo encontrara, i se escondió detras del pedestal de la cruz que hai en medio del claustro.

Desde la puerta de la celda de mi amo, donde