les es el derecho de pataleo. Patalee no más con confianza.
Nos pusimos, pues, a patalear i a observar.
Mi compañero a poco me dijo:
—¡Se acabó la leva!
—¿Por qué?
—Porque los pacos han muerto la perra. ¡Pobrecita! era una niña inesperta, i se ha comido un par de albóndigas, creyendo seguramente que nosotros hemos hecho el gasto, i que eran albóndigas de buena lei. El mismo de las Dubray... Eso si que nosotros somos inocentes de este asesinato...
Yo temblé de patas a cabeza, tanto más cuanto que veia cerca de mí una tendalada de perros muertos, que, atados con unas correas, eran arrastrados por los policiales, talvez, a alguna fábrica de pequenes.
Cuando un paco se nos acercó para atarnos las patas traseras, el quiltro me dijo:
—De patitas, amigo, i echar las voladeras!
Dicho i hecho, en un sancti amen, nos enderezamos echamos a correr como perros en Cuasimodo.
Sin alientos llegamos hasta cerca del Matadero, donde mi compañero de aventuras me dijo:
—Hasta aquí no más lo acompaño. En este tiempo i en estas noches es peligroso andar en grupos de más de uno. Adios, i encomiéndese a Cuatro-Remos, que es perro mui milagroso.
—Gracias, le contesté.
Nos dimos la pata, nos olimos el rabo i nos separamos.
I aquí me tienen ustedes solo, en medio de la calle, sin hogar, léjos de mi querida Musidora