Página:Memorias de un perro escritas por su propia pata.pdf/17

Esta página ha sido corregida
19
DE UN PERRO

les es el derecho de pataleo. Patalee no más con confianza.

Nos pusimos, pues, a patalear i a observar.

Mi compañero a poco me dijo:

—¡Se acabó la leva!

—¿Por qué?

—Porque los pacos han muerto la perra. ¡Pobrecita! era una niña inesperta, i se ha comido un par de albóndigas, creyendo seguramente que nosotros hemos hecho el gasto, i que eran albóndigas de buena lei. El mismo de las Dubray... Eso si que nosotros somos inocentes de este asesinato...

Yo temblé de patas a cabeza, tanto más cuanto que veia cerca de mí una tendalada de perros muertos, que, atados con unas correas, eran arrastrados por los policiales, talvez, a alguna fábrica de pequenes.

Cuando un paco se nos acercó para atarnos las patas traseras, el quiltro me dijo:

—De patitas, amigo, i echar las voladeras!

Dicho i hecho, en un sancti amen, nos enderezamos echamos a correr como perros en Cuasimodo.

Sin alientos llegamos hasta cerca del Matadero, donde mi compañero de aventuras me dijo:

—Hasta aquí no más lo acompaño. En este tiempo i en estas noches es peligroso andar en grupos de más de uno. Adios, i encomiéndese a Cuatro-Remos, que es perro mui milagroso.

—Gracias, le contesté.

Nos dimos la pata, nos olimos el rabo i nos separamos.

I aquí me tienen ustedes solo, en medio de la calle, sin hogar, léjos de mi querida Musidora