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DE LA HISTORIA.

ellos hablan de hombres; pero para adornar á aquellos cuya memoria celebran con alabanzas, los llamaron dioses. Así son fingidas aquellas cosas que dixeron de ellos como de dioses; pero no las que escribieron como de hombres: lo qual se hará manifiesto con el exemplo que pondremos aquí. Queriendo Júpiter violar á Dánae, la echó en el seno monedas de oro con larga mano; esta fué la paga del estupro: pero los poetas, que hablaban como de un dios, para no ofender la autoridad de la creida magestad, fingieron que él habia caido transformado en lluvia de oro, con la misma figura con que llaman lluvia de hierro quando describen en una batalla la muchedumbre de dardos y saetas. Se dice que robó convertido en águila á Ganimedes: es color poético; y así, ó le robó con una legion de soldados, cuya insignia es el águila, ó la nave en que fué robado tuvo su tutela figurada en una águila, como en un toro quando robó y llevó á Creta á Europa. Del mismo modo se dice que transformó en vaca á Io, hija de Inaco, la qual por librarse de las iras de Juno, estando ya cubierta de cerdas, y ya vaca, se dice pasó á nado el mar, y vino á Egipto, y que allí, recobrada la figura humana, fué hecha diosa, que ahora se llama Isis. ¿Pero con qué argumento se puede probar que ni Europa se sentó en un toro, ni lo fué hecha vaca? porque en los fastos hay un día señalado, en el qual se enseña que Isis atravesó el mar, no nadando, sino navegando. Los que presumen pues de sabios, porque conocen que un cuerpo vivo y terreno no puede estar en el cielo, repudian por falsa toda la fábula de Ganimedes: no conocen que todo este suceso pasó en la tierra; porque el hecho y la misma luxuria son cosas terrenas. No fingieron pues los poetas los hechos, lo qual si hicieran serian vanísimos, sino que á las cosas sucedidas añadieron un cierto color; porque no referian aquellas cosas murmurando de ellas, sino deseando adornarlas. De aquí procede el engaño de los hombres, especialmente que quando juzgan que todas estas cosas son fingidas por los poetas, reverencian lo que ignoran, porque no saben que límites tiene la licencía poética, y hasta donde es lícito extenderse fingiendo; quando el oficio del poeta es, que aquellas cosas que verdaderamente han sucedido, las traduzca convertidas en otras especies, con obliquas figuras que contengan alguna hermosura; pero fingir todo lo que re-