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Á UN AMIGO MUERTO.


Rico, noble, feliz, enamorado,
Pródigo de talento y de alegría,
Amigo caro, me llamaste un día,
Y placer y amistad hallé á tu lado.

Del mundo por el piélago agitado
Los dos corrimos sin timon ni guia,
Sin esperar de la tormenta impía
Pesadumbre, ni susto, ni cuidado.

Luégo, en vez del amor y la ventura,
Te dió el martirio su temida palma,
Siendo el sepulcro fin á tu amargura.

¡Duerme tranquilo en paz, cuerpo sin alma!
¡Dichoso aquel que encuentra en el altura
Tras la deshecha tempestad la calma!


Madrid, 1860.