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sólo vive para las letras y únicamente en ellas encuentra el centro y la delicia de su alma. De este modo, acertamos á explicarnos cómo y por qué ha podido cumplir medio siglo de edad, progresando y no decayendo jamas ni su amor á la poesía, ni las extraordinarias aptitudes con que para el ejercicio de ella plugo á Dios dotarle.

Es nuestro amigo harto más conocida como poeta lírico que como épico. Sus leyendas y poemas, género que cultiva con preferencia en estos últimos años y con la misma fecundidad que los otros, abundan en rasgos descriptivos y pinturas de caracteres, á veces de primer órden, como lo prueban, entre otras que se encuentran en este caso, El Cristo de Vergara y La Calle de la Cabeza. Carecen, sólo en ocasiones, de color local y de época, tan capitales en la leyenda, y asimismo, suele pecar, aunque sobriamente, de lirismo; pero en cambio, las hechuras por decirlo así, no tienen nada que reprochar, sino que, por lo comun, superan en mucho á la incorrecta y