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amaba Ana. Pero pronto abandoné Petrogrado, hastiado de las banderas rojas que flameaban entre ruinas de incendio y de los trineos que huían como sombras bajo sus noches intermi- nables.
Ya hacía algún tiempo que estaba nueva- mente establecido en B... cuando recibí una carta cuyo autor la había dirigido a Mr. Daniel Glasow, tercer piloto en el «Cosiana», puerto de B... y que traía los sellos del tren correo de Krasnolarsk. Dado el punto de proceden- cia, únicamente Ana podía enviarme esa carta, pero era extraño que la dirigiera a B... como temiendo que si la dejaba aguardarme en Kras- noiarsk yo la recibiría muy tarde. Al comenzar a leerla comprendí que no estaba equivocado.
«Mi buen amigo: No sé si serán estas letras las últimas que pueda escribirle. Luego cuando mis cartas no vayan a importunarlo con mi memoria, comenzaré a alejarme de su vida, igual a la barca que rotas las amarras se aparta de la costa. Por ello es que antes de partir me atrevo a confesarle que lo amo mucho, mucho, y que mé desespera la idea de perderlo. Es una