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magnificentes que deslumbren, sino esa leve suavidad con que la fineza aterciopela el mo- vimiento. Una dulzura un poco aérea, en la que el vigor y la sobriedad hacen insinuante el pensamiento. Las imágenes tienen la fres- cura de la naturalidad. En sus cuadros vaga continuamente una sonrisa ligera y sutil, fugitiva casi siempre, como esos reflejos de la luz en las flores agitadas por la brisa. La naturaleza interviene con toques delicados y sobrios. Un rayo de luz, la proyección de una sombra, el perfume de una flor, el colo- rido de una hoja, la nieve, la montaña, la llanura, pasan como colores que reavivan, como substancias que definen, como fuerzas que dan su sello y su vida. Nunea como simples decorados, para vestir o deslumbrar. Tiene el don de separar y alejar lo inútil. No gusta de lo fastuoso, aunque tampoco le satisfaga lo descarnado. Posee en la arquitectura de la frase, el sentido de la distribución y el senti- miento de las perspectivas.
A veces, como en un movimiento de elevado
idealismo, deja asomar la ilusión del ensueño.