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—«Soy pecadora» — quiso responder Zedra, pero la aurora había llegado.

Un murmullo adormeció sus sentidos, sintió que algo extraño se separaba de ella, y creyó convertirse en algo ligero, que arrastrado por la brisa se alejaba del bosque y del palacio, al tiempo que una voz lejana murmuraba:

—«Ven con nosotras, que por el Amor vive la pureza de tu alma.>

Y seis nubes rosadas se perdieron en el

cielo pálido.