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cierta impersonalidad, que es ya, no el resul- tado de una disciplina emotiva, sino'de una especie de pudor de alma, de escrúpulos de intimidad y vida interior. No permite que sus emociones estén en espectáculo; en cuanto dan su colorido al cuadro que describe, las reprime, conteniéndolas, para que no tengan otra vida que la de la luz. A pesar de ello sus retratos son impresiones, sus pinturas de- finen y las formas y colores intervienen con sobriedad mezclada de elegancia y melodía. Tiene ese don de dar a la naturaleza el ca- rácter de un factor de ambiente, de simple marco trazado con precisión y flexibilidad. La sensación que de ella recibe, más que visual, es emotiva. Sus descripciones son más bien evocaciones, que palpitan como ritmos de
corazón.
IV.
Al cerrar el libro puede surgir una pregunta: ¿por qué este pesimismo prematuro, que a
