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tienen su colorido local, perfectamente diferen- ciados. Roma, Japón, Rusia, la India, inter- vienen con sus tonos propios, de raza y de zona. Es indudable que se requiere un don especial, tanto más imperioso, cuanto no se han visitado los lugares de la escena. La imaginación tiene su trabajo principal en estos cuadros evocadores y reconstructivos de natu- ralezas y de almas extrañas. Es, desde luego, compleja, como la resultante de gustos com- binados de sensaciones de naturaleza y de vida. Salir de sí mismo, para dejarse tomar por existencias y paisajes distintos a los suyos, seguirlos en sus movimientos inquietos y variados, y quedar con su fondo nativo, pro- fundo y sensible, es revelar mucha riqueza interior, que sorprende en una inteligencia muy tierna. La inclinación intelectual y el vigor afirmativo de las condiciones que la definen, acusan demasiado relieve y persona- lidad para que aparezcan tan pronto y tan enérgicas. Este gusto de los viajes, de la posición espiritual fuera de sí mismo, mani- fiesta a la vez que una calidad de fuerza,