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IV.

Son mis horas de guardia y me hallo solo en el puente de comando. Es el tiempo de descanso y las cubiertas están solas, pues a pesar de la claridad del cielo y del sol amarillento esta- mos cerca de la media noche. El Mar Blanco está tranquilo y el viento nos es favorable. Hoy, como cada vez, al hallarme solo, sin más horizonte que las líneas azules del agua, en- vuelto en la luz de este sol opaco y azotado por el viento glacial, vuelven a mí, lugares, seres, cosas, momentos que yo creí decisivos en mi vida, y que se deslizaron simplemente como tantos otros.

Todos pasan, lejanos, como si en vez de vividos hubieran sido soñados; sólo Ana, per- siste tu memoria que parece animarse a la magia de este sol sin fin.

Quizás dentro de algún tiempo nuevas imá- genes hayan alejado la tuya, confundiéndola