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Maravillas

amorosos, siendo, en fin, como tantas otras, hija y amante á la vez. Mas, ¿era acaso posible tal conciliación?

Haciéndose de nuevo esa pregunta, Luisa sonreía con tristeza. « No; no era posible. Toda su historia se oponía á ello. »

Su madre había sido una actriz de talento, muy bella y muy ligera. Cuanto á su padre... ¿Quién había sido su padre?... Entre bastidores, veinte años atrás, más de doce personas habíanse disputado el honor de serlo. Klon, el actor cómico, calculando las fechas, aseguraba que la chica era de él; pero al mismo tiempo otros varios comediantes, un director de escena y hasta dos oficiales de coraceros, reclamaban la paternidad, asegurando que nueve meses antes del parto, en enero justamente, la bella Julia les había pertenecido en cuerpo y alma, en cuerpo sobre todo.

Luisa, por su parte, no pensaba nunca en eso. Acostumbrada desde el principio à no tener padre niuguno, habíase refugiado en el amor exclusivo de su madre.

Lo único que le parecía extraordinario, era que esa madre sin escrúpulos personales, y sin moralidad propia, que jamás había tenido esposo, ni aun amantes durables, y que no la concibiera sino por descuido, entre dos ensayos ó en un entreactó, detrás de una decoración ó en el diván de un amigo, fuese ahora la más celosa de las mujeres, en lo que al honor de su hija se refería.

Siendo ya casi una señorita, Luisa había oído, desde