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el corazón de los tigres, y alguna vez, allá quizá cuando el frío de la muerte empiece a helar la fiebre de sangre en su cabeza, echará una mirada sobre su hija, tan fiel, tan sumisa, tan leal a su voluntad, por su desgracia, y sentirá quizá todo el torcedor de los remordimientos en su alma, cuando vea en ella la primera víctima de sus delitos!

Por su padre, ella ha sido profanada en un lodazal de crímenes y vicios, rozando sus vestidos de virgen, con el poncho ensangrentado de la Mazorca, y con las sedas infamemente adquiridas de mujeres sin honra.

Por su padre, ha perdido la parte más florida de su juventud, en un laberinto perpétuo de inquietudes, de sobresaltos y de intrigas.

Por su padre ha dado cabida en su corazón a odios y a sentimientos repulsivos que le han yermado en él todos los afectos dulces y delicados con que