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contraban personajes de distinción por su nacimiento o por sus antecedentes, llevando consigo a sus esposas y a sus hijas. Pero el personal de ellos lo formaba la plebe soez en Buenos Aires, que Rosas había nivelado con aquellos señores, para vejarlos, humillarlos y comprometerlos más en su partido. Y ellos, esos diputados, generales y magistrados antiguos, más criminales aún que los foragidos con quienes bebían y derrochaban, hacían esfuerzos inauditos por vulgarizarse y descender de su escala y de su educación, para merecer mejor el renombre de buenos federales, y conservar su vida y sus empleos a costa de esa cobarde prostitución.

Y eran ellos así, los que más contribuían a estraviar las ideas y los instintos de Manuela.

Y ese fué el segundo curso de enseñanza primaria que recibió esa infeliz.

Llega en seguida ese malhadado año