Basta decir que fué un año entero de orgía permanente, que solo mudaba barrio y de excesos en cierto número determinado de días.
Todo cuanto la plebe de un pueblo ignorante y belicoso, tiene de más obsceno e insolente, todo cuanto hay de más salvaje y estravagante, de más irreligioso y torpe en la embriaguez de vino y sangre, cuando se apodera del cerebro del populacho, figuraron allí, lo mismo al pié de los altares que a la presencia de las vírgenes a quienes sus padres, arrastraban a federalizarlas dignamente.
Como debe suponerse, Manuela, era en esas fiestas la reina, la emperatriz, la diosa que representaba el Júpiter de la Federación; o más bien el demonio de ese infierno, que trastornaba tantas cabezas y corrompía tantas virtudes.
Llevada en triunfo, como el retrato de su padre, empezaban por conducirla