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de su alma para devorarla en secreto; o ha tenido que pedir a la intriga una felicidad que no lo es dado gozar franca y honestamente.

Confidente de su padre; educada por él para servir a los juegos externos de su política; dando a entender en una palabra, en un jesto de ella, los deseos de su voluntad despótica, que va luego a estrellarse, como leyes de fierro, sobre la frente encorvada de sus esclavos, ella no puede pertenecer a ningún hombre, en la tierra, porque los ojos de ningún hombre han de ver de cerca los subterráneos de una dictadura, que solo es como es por la lejanía en que vive del contacto ajeno.

Dar un esposo a su hija, sería en Rosas un acto negativo de su conocida sagacidad. Porque eso sería dar o otro hombre las confidencias de su hija, es decir los secretos todos de sus debilidades, de sus vicios, y de los medios vul-