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precio: hala de tener el que la tuviese á raya, no dejándola correr en torpes sátiras ni en desalmados sonetos: no ha de ser vendible en ninguna manera, si ya no fuere en poemas heróicos en lamentables tragedias, ó en comedias alegres y artificiosas: no se ha de dejar tratar de los truanes, ni del ignorante vulgo, incapaz de conocer ni estimar los tesoros que en ella se encierran. [1]

  1. Si no concedió el cielo á Cervantes el don de la poesía, á lo menos tenia el concepto debido de la predisposicion natural que se necesita para ser poeta verdaderamente y de las reglas del arte que deben ayudar á tal predisposicion. Todos los pensamientos incluidos en este artículo se dirigen á dar idea de la importancia de la Poesia y satirizar con donaire los abusos que la degradan.
    Si la poesía no obtiene de muchas personas, aun de las aplicadas y entendidas en otros ramos del saber humano la estimacion debida es porque muchos no conocen su esencia verdadera, y porque los que deben á la naturaleza aquella viveza de fantasia unida á la ternura del corazon y al tacto de lo bello en las artes que forman el poeta, no han sabido estimar estas cualidades y las han prostituido ó á las pasiones, ó á una aura popular fugitiva, ó á la adulacion a los poderosos.
    El os magna sonaturum de Horacio lo dice todo. El poeta, asi como el músico y el pintor es un ser organizado con cierta particularidad que le distingue de los demas; sabe sentir propiamente y lo esquisito de este sentimiento se representa en los rasgos del lienzo, en las modulaciones del instrumento, ó en el ritmo de sus versos. Asi es que una mala obra en verso es un trozo de música ejecutado por un tocador vulgar, ó un objeto cualquiera de la naturaleza imitado por un mamarrachista.
    Fuera de esta cualidad indispensable, en el poeta se requiere que conociendo éste la dignidad de su arte, le emplee en asuntos nobles y grandes y que no cifre su mérito en componer mucho, sino en componer bien. La gloria de muchísimos buenos poetas se duplicaría si hubiesen reducido todavia mas sus producciones, podando en su edad madura los retonos lozanos, que brotó su imaginacion en la primavera de su vida.
    Pero ¡que ideas tan ridículas no se han formado muchos de lo que es la poesia! prescindiendo de los abusos introducidos por el mal gusto de algunos siglos, como el del gongorismo, ha habido, y aun hay, quienes constituyen todo el mérito del poeta en improvisar, ó por mejor decir rimar en un banquete una décima ó quintilla á pie forzado. A estos, cuya pobreza de instruccion se descubre en semejante modo de pensar, no puede dárseles mejor respuesta que la de nuestro Don Juan Melendez Valdes. Rogábanle en un convite que dijese algo sobre un pie dado: «¿creen vds. les dijo, que Virgilio y Horacio fueron buenos poetas? pues ni Horacio ni Virgilio compusieron jamas de repente.»
    El amor es lo primero que suele escitar el estro de los poetas, y esto es muy natural en la edad juvenil en que empieza á demostrarse la disposicion poética, por ser la pasion mas halagüeña y con la que está íntimamente unida la idea de lo bello en todos los objetos de la naturaleza que se presentan á la imitación artística; pero si un uso moderado de este estímulo del genio ha producido dulcísimos y deliciosos conceptos, el abuso ha hecho ridícula la poesía inundando al orbe literario de pensamientos triviales, é imitaciones serviles de los pocos que han sabido espresar los efectos de esta pasion con delicadeza y dignidad.
    Las sublimes y variadas escenas de la naturaleza, los altos hechos de los héroes y a poder ser de los que no han costado lagrimas á la humanidad, y los augustos asuntos de la religion son digna materia en que pueden ejercitarse los poetas. Mucho se ha escrito con respecto á las primeras; pero no por eso se piense que se haya agotado este manantial perenne: el naturalista descubre cada dia nuevas riquezas que le asombran en el mundo físico, é igualmente sucederá al poeta que le estudie infatigablemente; con la ventaja de que este último encontrará las relaciones que enlazan la parte física con la moral, no menos fecunda que la naturaleza material. En la parte histórica nuestros anales nos ofrecen un vasto campo, que los antiguos empezaron á cultivar con acierto en aquellos, faciles al parecer, pero discretísimos romances, con los que se transmitian hasta el vulgo menos instruido las hazañas de nuestros caballeros y los sucesos memorables de las diversas dinastias que han gobernado á España; y sin duda ha hecho un gran servicio á la literatura y á la patria el estudioso que últimamente ha formado una coleccion escogida de nuestros antiguos romanceros.
    Los asuntos religiosos tan propios para encender el fuego de la imaginacion como ostensiblemente lo prueban los libros sagrados en lo lírico, elegiaco, épico, y didactivo, son los que por mal estudiados produjeron, asi como en la oratoria sagrada el gerundismo, en la poesía los conceptos ridículos y la mezcla profana de lo sagrado con lo divino, que dió motivo al severo Boileau para que dijese que «Los misterios terribles de la fe de un cristiano no permiten adornos estraños; pero producciones modernas han demostrado que pueden manejarse estas materias sin profanarlas, y que no se estinguió para siempre con la Athalía, la Ester y el Polineto, la voz poética que puede cantar con dignidad los asuntos sagrados: la dificultad consiste en estudiar debidamente los buenos modelos."
    En la marcha de la nueva literatura dramática se advierte en esta parte un principio de extravio funesto á la moral y á las bellas letras, al cual conviene exactamente el anatema expresado del critico frances. La mezcla de la pasion del amor profano con objetos imponentes de nuestra religion, como conventos, templos, funerales y crucifijos, dan un colorido aterrador á la moral consoladora de la religion. Degradan á esta, y en vez de obtener el poeta el triunfo del arte, inspirando aquella melancolia inefable, con la que saltan lágrimas que suavizan las desgracias de la vida, arranca el llanto del despecho y del odio que devora á una alma reprobada que no ve término á sus males. La Martine es entre los autores de la nueva escuela quien ha sabido pulsar con delicadeza la cuerda religiosa del corazon, haciéndola vibrar triste pero consolatoriamente en sus Meditaciones y sus Armonías.
    La Martine ha operado en la poesía una revolucion saludable, llamándola á su verdadero objeto. Esto va á formar un contraste muy particular con el romanticismo que parece se ha propuesto escitar estravagantes conmociones, llamando en su auxilio todos los errores é ilusiones de los tiempos de la ignorancia. La Martine presenta la moral, el entusiasmo y la religion con todos los encantos de su esencia propia, y al aire libre por decirlo asi, y no entre hierros, y mazmorras góticas, subterraneos y crímenes. Crea, siente, y canta, y hace sentir sus mismas dulces emociones á quien le lee. El Crucifijo. El canto de los muertos. La oracion de la infancia, son producciones llenas de suavidad, y creadoras de ideas y de ternura. La Filosofía y la Religion le han dado su lira.
    Tambien se opone en cierto modo al progreso literario y á la marcha de las luces el prurito de esponer continuamente en la escena los lances de la edad media y las violencias del feudalismo, cuando debiera borrarse, si fuera posible, hasta su recuerdo, en un siglo en que aspira la libertad bien entendida á revindicar sus legítimos y atropellados derechos. Esta es uua de las anomalías mas chocantes.