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Para componer historias y libros de cualquier suerte que sean es menester un gran juicio y un maduro entendimiento.


La historia es como cosa sagrada, porque ha de ser verdadera, y donde está la verdad está Dios en cuanto á verdad.


Los hombres famosos por sus ingenios, los grandes poetas, los ilustres historiadores siempre ó las mas veces son envidiados de aquellos que tienen por gusto y por particular entretenimiento juzgar los escritos agenos, sin haber dado algunos propios á la luz del mundo.


Habiendo y debiendo ser los historiadores puntuales, verdaderos y no nada apasionados, y que ni el interes ni el miedo, el rencor ni la aficion no les haga torcer del camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir.


Las historias fingidas tanto tienen de buenas y de deleitables, cuanto se llegan á la verdad ó á la semejanza de ella, y las verdaderas tanto son mejores cuanto son mas verdaderas. [1]

  1. He aqui en dos lineas el caracter de la historia y de la novela.